"Le he dicho a Montoya que para él es muy positivo no haber ganado 'Supervivientes 2025'"

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Vaya pelotazo la última edición de 'Supervivientes'. La final fue la más vista de los últimos cuatro años. Una apisonadora. Una maquinita de hacer pupita. Al acabar el programa me preguntaron mis compañeros "¿cuánto vamos a hacer?" Vaticiné un 26. Me equivoqué por una décima. 25.9. Una cifra escandalosa que nos dio mucho gustito. Sabía que nos iba a ir bien porque incluso los que trabajamos en el programa estábamos muy perdidos. No teníamos claro cómo se iban a desarrollar las expulsiones. La final de 'Supervivientes 2025' tuvo un componente de intriga que no tuvieron otras finales, más previsibles. 

La pareja, fuera de juego

Cayó Anita en la primera ronda, a la que muchos daban como ganadora. Me encantó Anita. Tan de verdad. Tan combativa pero a la vez tan frágil. Qué ganas de achucharla tantas veces. Se lo dije durante el programa: "Qué bonito que gracias a la televisión conozcamos a gente como tú". Se sorprendió ella misma de lo competitiva que era y nos hizo gozar con su entrega. Luego, en un giro de guion épico, cayó Montoya. Se quedaron mudos los que aseguraban que todo estaba amañado para que ganara el de Utrera. Incluso la plana mayor de sus compañeros no daban crédito cuando conocieron la decisión del público. Muchos de ellos se pasaron el concurso quejándose porque creían que todo estaba perdido. "¿Para qué esforzarse –pensaban– si estaban participando en un juego con las cartas marcadas de antemano?". Pues ya ves, se equivocaron. Porque la televisión, como la vida, es imprevisible. Ahí radica la gracia de una y de otra. Montoya no ganó. Algo que se veía venir porque es muy difícil que perfiles tan marcados se alcen con la victoria final puesto que acaban recogiendo los votos negativos de los seguidores del resto de concursantes.

Montoya debe descansar

Tuve la oportunidad de hablar con él en la rueda de prensa que se organizó en Telecinco el día después de la final para celebrar el éxito. Le dije que quizás ahora le costaba entenderlo pero que para él era algo muy positivo no haber ganado. Porque después de dos 'realities' con tanta exposición, alzarte con el triunfo significa ponerte de nuevo en la picota. Enfrentarte a la crítica. Hacer frente al descontento de los que no te apoyan. Y eso, si te pilla fresco de mente, lo puedes tolerar. Pero cuando llevas tanta tralla encima un triunfo puede convertirse en una losa. A veces, perder no es una derrota si no todo lo contrario. En su caso es una oportunidad para descansar. Tomar tierra.

Sus próximos pasos

Y, sin prisa, dejarse aconsejar por profesionales para empezar a decidir hacia dónde quieres que vayan encaminados tus próximos pasos. No hay que escuchar a familiares. No hay que escuchar a amigos ni conocidos. Aparte del talento es imprescindible tener olfato para seleccionar a aquellas personas que pueden acompañarte en tu recorrido. Aunque te digan cosas que no quieres escuchar. O precisamente por eso. En la misma rueda de prensa charlo con Escassi y Sheila. A Escassi le pillo por banda y le digo que si durante el concurso se hubiera mostrado como lo hizo en la final se habría hecho con la victoria. Pero no. Álvaro, tal y como sospechaba –y se lo dije en '¡De Viernes!'– hizo de Escassi durante la mayor parte del concurso: jugar a pasar desapercibido. No mojarse. No meterse en líos. Comportarse como un amable convidado de piedra. Y perdió. Porque nos impidió conocerle un poco más. Sin embargo en la final estuvo brillante. Magnífico en las pruebas y vulnerable como ser humano. Creo que nunca había visto romperse a Escassi en televisión. 

La fragilidad de Escassi

Y el martes lo hizo. Y apareció una persona a la que te daban ganas de seguir conociendo. Pero Álvaro no es de los que muestra sus emociones en público. Quizás le han enseñado que solo se llora en la intimidad cuando no hay nada m��s sano que compartir tus lágrimas. Álvaro es el claro exponente de esa generación –me incluyo– a la que nos dijeron que no teníamos derecho a quejarnos porque para vida mala la que habían llevado nuestros mayores. Me emocionó el Álvaro de la final, nada que ver con ese hombre hermético que hemos visto siempre. Y me encanta Sheila, su novia, porque no tiene filtros. Me la encontré en maquillaje antes del programa y le dije que menos mal que no la tuve delante en algunos momentos  de la edición porque le habría montado un dos de mayo por unos comentarios que puso en redes. 

Quiero trabajar con Sheila

Y ella se reía y me contestó que su madre también le había reñido. Que por eso no venía a las galas, porque era una bocachanclas. Otra que tal. Malditos miedos que tanto nos coartan. Si lo que gusta en televisión es precisamente esa gente que dice lo que piensa y no lo que los demás quieren oír. Tengo una asignatura pendiente con Sheila: trabajar más con ella. Hay madera. Coincido en la rueda de prensa con Carlos Sobera, Sandra Barneda y Laura Madrueño. Verlos es como estar en casa. Me pilla por banda Laura y me da un tótem que me ha traído de Honduras. Lo que nos reímos ese jueves durante la prueba. Había tótems a tutiplén y los concursantes les daban tales golpetazos que llegamos a la conclusión de que íbamos a tener que organizar un cónclave de tótems. Como el que se acababa de montar en Roma tras la muerte del Papa Francisco. He puesto el tótem en mi habitación y es una de las primeras cosas que veo al levantarme. Para que no se me olvide de que soy un afortunado por pasármelo tan bien trabajando.

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