Adrián Barilari: el elogio a Bruno Mars, su antiguo trabajo en el Cementerio de la Chacarita y los "cantantes que no cantan"

"Simona quiere despeinarse y que le dé todo mi amor", dice la letra de "Simona Love" del disco Infierock (2019), de Adrián Barilari. Es evidente que lo de Simona con Adrián es puro amor de ida y vuelta: mientras él contesta preguntas en el sofá, ella lo mira con ternura a no más de un metro de distancia. Cuando él se para a buscar algo, ella va detrás suyo sin falta. Cuando la charla termina, ella se alborota y reclama sin mucho disimulo volver a ser el centro de atención. Simona es la shih tzu chiquita de pelo gris que acompaña a sol y sombra al Barilari cotidiano, ese vecino de La Paternal que la saca a pasear, que hasta hace no mucho trabajaba de lunes a viernes en el Cementerio de la Chacarita y que todos los fines de semana desde 1989 se transforma en el frontman de Rata Blanca.

Adrián es -se define él mismo- un "tipo común" que disfruta cantar. Lo hace al frente de la banda que comparte con Walter Giardino y -en algún parate de la nave madre- con su proyecto propio. Como solista grabó un puñado de discos que van del heavy al tango sin solución de continuidad, pasando por la recopilación de covers traducidos al español, Canciones doradas (2007) y por su secuela virtual en presente continuo con versiones de Gary Moore, Phil Collins, Kiss y más. Así, Canciones doradas 2 es la excusa que hoy lo lleva a recorrer el AMBA en una mini gira con paradas en San Isidro (8 de marzo), La Trastienda (9 de marzo) y Pilar (10 de marzo). De sus shows, del poder de la interpretación, de prejuicios metaleros, de lo que significó el éxito con Rata Blanca y del no-canto de Bad Bunny se charló, ante la amorosa mirada de la bella Simona.

-¿Es verdad que en el primer Canciones doradas tuviste restricciones en cuanto a los derechos de las canciones pero en este pudiste trabajar con más libertad?

-Con el tema de la globalización de las plataformas digitales como YouTube, se amplió más el espectro en cuanto a la música en el mundo. Es mucho más fácil encontrar música en el mundo que hace veinte años. Yo venía tocando este disco hace muchos años, hacíamos muchos temas y cuando la compañía me propone hacer un segundo de Canciones doradas -pasaron muchos años del primero, que es de 2007- lo primero que pensé fue: "¿Y los permisos?". Me dijeron: "No, los permisos no hacen falta". A lo sumo lo que puede pasar es que una canción no esté en una plataforma o la bajen de YouTube, que es lo que pasa comúnmente hoy. De hecho, los permisos se pidieron igual, pero si empiezo a buscar la forma de hacerlo estructuralmente, dentro de la legalidad, no lo haría porque lleva mucho tiempo. Ya con el primer disco me costó muchísimo, no llegaba nada, no tenía ninguna respuesta. Hay tanta música dando vueltas hoy en el mundo que no creo que haya mucho problema con el hecho de hacer canciones; que de hecho están muy bien reversionadas, bien tocadas. Puede pasar que el español no guste, pero eso es otro tema.

-¿Cómo hiciste el recorte, teniendo tantas posibilidades?

-Tengo que medir las tonalidades, temas que me queden bien. No todos los temas me quedan bien: yo soy un tipo que canta más bien agudo y no tan grave. Entonces, por ahí hay canciones de algunos músicos o algunos cantantes que no me quedan bien. Pero en su mayoría busco grabar los temas que ya vengo tocando. O sea: lo primero que hago es tocarlos en vivo y después veo cómo salen y cómo quedan y qué reacción tiene la gente, y después los traduzco a una plataforma o a un disco. Mucho para elegir, muchísimo. A mí la música de los 80 es la que más me gusta, es la que viví, es con la que crecí, y entonces hay una variedad de músicos en el mundo que me gustaría homenajear todo el tiempo. Pero también depende mucho de la adaptación de la letra: que quede bien, que cierre bien, que tenga la poesía que merece. Hay muchas cosas que hay que mirar. Y después el voto final lo tiene el público. Yo hago las canciones porque me gustan y porque siento que quedan bien. Las trabajo y las escucho durante mucho tiempo, siempre las estoy reformando para mejorarlas, así que las elecciones son variadísimas. Y me quedaron muchas afuera.

-¿Hay alguna canción que te haya desafiado especialmente en lo vocal?

-Siempre me busco un desafío de esos. En el primer disco fue "Love of my Life", de Queen. La letra ya estaba adaptada y no me dejaban hacer otra, y de hecho la que yo canté no dice exactamente lo que dice la canción real. Pero bueno, así estaba hecha y había que hacer esa. Ahora se me puso en la cabeza un tema de Bruno Mars, "When I Was Your Man", "Cuando yo era tu hombre", en español. Él es un tipo que me encanta como canta. De los artistas de las últimas décadas es uno de los más completos: canta, baila, buen músico, hace todo bien. Y esa canción me gustó mucho, así que la grabé. Vamos a ver qué resultado tiene.

-A veces el metal puede ser sectario y prejuicioso. ¿Te preocupó lo que pudiera decir la gente del género al escucharte cantar una de Robbie Williams o de Bruno Mars?

-Si yo me quedo en esa postura no hago nada. Yo crecí con un montón de música alrededor mío. Yo no crecí escuchando solo metal. De chiquito no se escuchaba metal en mi casa: se escuchaba tango, folklore. Y yo mamé eso, lo que escuchaban mis viejos. De hecho cuando yo empecé a cantar rock, mi viejo me decía: "¿Qué hacés cantando eso? Andá a trabajar, andá a estudiar". Lo que pasa siempre, o pasaba en esa época. Yo crecí escuchando a Tom Jones, a los Beatles, a los Rolling Stones, a Pappo, a Sui Generis, a Deep Purple. Todos los artistas que me gustan me enseñaron algo. Yo no estudié música, la estudié de esa manera: escuchando, aprendiendo a escuchar. Y me formó esto, lo que soy. Yo digo que no soy músico, soy cantante. Yo no leo música y me dedico a cantar. Y canto todo lo que puedo porque me parece que en la variedad está el gusto. Es como hacer una ensalada y siempre ponerle lechuga. Ponele un tomate, una cebolla, un pepino. No te vas a enterar cómo es si no lo hacés. Me gusta cantar de todo, me le animo a varios estilos -incluso al tango- y creo que tengo la voz como para hacerlo. Si no, realmente no lo haría.

-Ustedes con Rata Blanca hicieron bastante por derribar esos prejuicios: "Mujer amante" fue una de las primeras power ballads del metal local.

-Todas las bandas de metal tienen una power ballad. Las más pesadas, las más duras: Metallica o Black Sabbath. Por eso digo que no se puede hablar de una postura musical: hay que hablar de las canciones. Las que mandan son las canciones. Si yo hubiera sabido que "Mujer amante" iba a hacer lo que hizo, la hubiera pensado mucho antes. Pero no, las cosas suceden cuando uno las larga. Si no las hacés, no te vas a enterar nunca.

-¿Quién es tu público como solista? ¿Gente de Rata o público que viene de otro lado?

-Las dos cosas. Hay un público de Rata y hay un público nuevo que quiere ver qué es, qué hace este tipo fuera de Rata Blanca. Es un público curioso, por ahí un poco más grande. Hoy están de moda las bandas de covers y la gente se divierte mucho con los covers. De hecho hay muchas bandas tributo: a Queen, a Soda Stereo. Tributos a Soda Stereo debe haber diez, por lo que pude contar. Yo no hago tributo a una banda: yo hago tributo a un montón de músicos que han pasado por mi vida y han dejado huella. Canciones que yo escuchaba cuando tenía 15 años y no sabía qué decía. Pensaba: "¿De qué estará hablando este tipo?".

-¿Tiene el reconocimiento que merece la figura del intérprete en el rock?

-Muchos artistas fueron reconocidos mundialmente sólo por su interpretación. Y otros, sin ser músicos o sin ser cantantes, fueron reconocidos por composiciones. El caso de Robi Rosa, por ejemplo. Un compositor latino que ha hecho canciones a todo el mundo y no es tan conocido como cantante. La música no discrimina jamás: los que discriminamos somos nosotros.

-Estás cantando como en los 90. ¿Te perdiste muchos festejos post show por cuidar la voz?

-Soy de la creencia de que algunas cosas vienen con el envase. Hay gente que aprende a cantar después de los diez años y hay gente que aprende a los treinta. Yo he visto casos, incluso familiares míos: mi sobrino empezó a cantar después de que me escuchó a mí en un teatro. Nadie sabía que él cantaba y tenía una voz increíble. En mi caso esto vino con los genes: mi abuelo era cantante de ópera y supongo que vino por ese lado. Yo no estudié canto, soy autodidacta. Si me preguntas qué hago para cuidar la voz, te vas a asombrar: hago poco y nada. Trato de no tomar frío, pero los festejos post show se siguen haciendo. Quizás con más cuidado que antes...

-Por una cuestión de edad...

-Claro. Esta es una profesión que se aprende haciéndola. Me van a odiar, pero yo no creo en los profesores de canto. El que te dice que te enseña a cantar, lo único que va a hacer es enseñarte a respirar, a quitarte los miedos, a escucharte vos mismo, pero no te va a enseñar a cantar. Uno viene con la voz que viene. El canto es algo que se trae, la voz cantada es algo que viene con nosotros. Yo siempre dije que si podemos hablar, también podemos cantar. Pero cada uno a su manera: no quiere decir que si podés correr vas a ser corredor de triatlón. Vas a correr un poco menos, pero vas a correr. El estudio del canto tiene que ver con las ganas de cada uno de aprender a controlar su voz, a saber respirar, a quitarse los miedos, a querer mostrarse y a la ambición de querer ser cantante. Hay muchos casos que escuchamos hoy de "cantantes" entre comillas, que no cantan. Son tipos que se dedicaron a estar atrás de una pantalla, youtubers, y salen cantando. Y a veces tienen cincuenta millones de seguidores. Hoy ya no se utiliza esta cuestión de que si no cantás bien, no podés cantar. En mi época sí. En los 70, si no cantabas bien, te decían: "No flaco, seguí de largo". Te lo decían directamente. Hoy no hay nadie que le diga a Bad Bunny que no puede cantar. De hecho para mí Bad Bunny no canta. Y digo Bad Bunny porque es el más conocido, es mundialmente famoso aunque no cante. Y estaba Goyeneche, que contaba, no cantaba. Más en la última época. Pero era un tipo que te ponía los pelos de punta haciendo lo que hacía. A veces tiene mucho que ver, volviendo a Bad Bunny, la exposición. Hoy las redes ayudan. Al fin y al cabo la última palabra la tiene el público.

-Hasta hace poco tuviste un trabajo "normal" en paralelo con el rock, en el cementerio. ¿Cómo congeniabas esas dos realidades?

-Pasa que yo no nací famoso. Yo nací como una persona normal, común, que estudió, se recibió, trabajó y tenía como hobby cantar. Y cuando llegué, después de muchos años, a Rata Blanca -casi a los 30- para mí siguió siendo un hobby. Y lo fue, porque los primeros años fueron muy duros: no era que te llenabas de plata. Había un camino que hacer. Yo tenía que vivir como cualquier persona, tenía una familia. Mi trabajo me dignificó, me dio la posibilidad de crecer como persona, tener hijos, una casa, una obra social. A mí el éxito me llega después de los 30. A los 25 me casé y tenía que vivir, tenía que tener un futuro. Y la música era algo que estaba allá lejos, la hacía en los tiempos libres.

-¿Se te complicó alguna vez venir de una gira en la que tocabas para miles de personas todos los días y de repente encontrarte en un escritorio?

-Por eso digo: a mí me llegó el éxito de grande. Si me llegaba a los 18, 19, no sé qué pasaba. Como pasa ahora: sos chico y sos ultra famoso, y te entra mucho dinero, imagino que te la pegás en la pera. A mí me costó mucho. Hoy puedo decir que vivo de la música, pero todo lo que hice en mi vida privada fue siempre con orgullo, con la frente bien alta. Y no soy el único: hay muchos artistas de rock en la Argentina que si investigás, te vas a encontrar con que antes de ser lo que son como músicos eran laburantes como cualquiera. Eso me puso los pies en la tierra, me dio a entender que hay un mundo allá y un mundo real acá.

-En su momento Rata Blanca fue una banda entre dos fuerzas: cuanto más éxito tenían, más los criticaban algunos. ¿Les molestaban esas críticas o no les prestaban atención?

-A la distancia, con el diario el lunes, te digo que Rata siempre fue una banda que se cuidó del amarillismo. Pero al haber entrado a la televisión ya estás un poco jugado y sos parte de esa prensa amarilla que empieza a buscar para vender. Más la escrita: en esa época había revistas de rock que decían "rata bailantera". ¿Por qué? Porque llenamos todos los lugares físicos que utilizábamos para tocar. Rata ya había recorrido el país cuatro veces: habíamos hecho la Argentina cuatro veces porque no teníamos posibilidad de salir al exterior todavía y lo que hacíamos era recorrer todo el país, las 24 provincias, tocar, tocar y tocar. Todos los fines de semana. Y en un momento nos encontramos con que no había más lugares físicos. Recuerdo que en un año hicimos siete Obras, una locura. Entonces, después de hacer Vélez -primera banda de heavy metal en tocar en un estadio- dijimos: "¿Y ahora qué hacemos?". Y nos empezaron a llamar de las bailantas. Nosotros íbamos con nuestra banda, con nuestra música, con nuestros equipos. Teníamos equipos propios, luces propias, sonido propio. Y hacíamos dos shows por noche.

-¿Dos?

-Sí, tocábamos a la 1 de la madrugada en Quilmes y a las 6 de la mañana en Liniers, por ejemplo. Pero la gente que venía a vernos era gente de Rata Blanca, utilizábamos el espacio. Y la prensa... incluso nosotros invitamos a muchos periodistas a que vinieran a los shows a ver, para no hablar de más. Terminaba de tocar Gladys la Bomba Tucumana, se iban 3 mil personas y afuera había 3 mil personas esperando para vernos a nosotros. Y fue una época gloriosa. A nosotros se nos abrieron otras puertas. Empezamos a ser famosos, tanto para el tipo de la alta alcurnia al que llegábamos a través de los medios, como para el pibe que no podía pagar una entrada para vernos en Obras o el Luna Park. Entonces nosotros íbamos a Tolosa, Quilmes, Morón, a todos los lugares donde estaban los chicos que no tenían guita para venir a vernos al Luna Park. Rata era y sigue siendo una banda de tocar todos los fines de semana. Rata no toca para 500 mil personas todas juntas una vez por año. Nuestra idiosincrasia siempre fue salir a tocar. Ahora se toca viernes, sábado, domingo, lunes y martes. Nos acostumbramos, a eso nos llevó la carrera.

-Tu hijo Guido también se dedicó a la música [se lo conoce como Ruido Barilari, es bajista y productor y entre otros proyectos integró La Esfinge, la banda de heavy metal de Cristian Castro]. ¿Cómo te tomaste que quisiera ser músico y qué consejos le diste?

-Hace mucho me dijo que quería dedicarse a esto. Y me acuerdo de que él venía conmigo por la calle y me decía: "Yo quiero que me saquen fotos a mí también". Tenía 12, 13 años. Lo único que le dije fue: "Si te gusta esto, tomalo en serio. Es un trabajo, no es tocar la guitarrita y salir a través de la computadora diciendo pavadas. Después vas a tener que cantar en serio y tocar en serio". Creo que sí lo tomó en serio, y por eso le va bien. Por eso ha hecho su propia experimentación, con su estilo. Y lo llaman de todos lados para tocar, es un buen músico, productor y compositor. Y estoy orgulloso, porque la carrera le costó casi lo mismo que a mí. Todavía no explotó, pero tiene tiempo de hacer un montón de cosas más, y yo creo que en un par de años más va a tener mucho más para dar. Esta carrera no tiene un límite: vos podés seguir toda la vida haciendo esto. De hecho los Bruce Dickinson o los Ozzy Osbourne siguen subiendo a los escenarios, o los Rolling Stones. Esta carrera es de toda la vida.

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