Denzel Washington luce su carisma a pleno en el cruento capítulo final de la trilogía de El justiciero

El justiciero: capítulo final(The Equalizer 3, Estados Unidos/2023). Dirección: Antoine Fuqua. Guion: Richard Wenk. Fotografía: Robert Richardson. Música: Marcelo Zarvos. Edición: Conrad Buff. Elenco: Denzel Washington, Dakota Fanning, Eugenio Mastrandrea, Andrea Scarduzzo, Gaia Scodellaro. Distribuidora: UIP. Duración: 108 minutos. Calificación: apta para mayores de 16 años. Nuestra opinión: buena.

Atrani es un precioso pueblo de la costa amalfitana que parece tallado por un cincel por el modo en que sus pequeñas casas se levantan en un diminuto valle, entre los acantilados y el mar Tirreno. Esta escenografía de postal, inalterable desde hace varios siglos, es la población más pequeña de toda la Italia meridional, con menos de 1000 habitantes estables.

Hollywood convirtió a Atrani en la imaginaria Altamonte, un destino de ensueño que para Robert McCall adquiere una dimensión trascendente. Después de escucharlo más de una vez de quienes residen allí, el hombre termina convencido de que ese, y no otro, es el lugar en el que "debería estar".

En esta expresión, que alude desde todo sentido a la idea de que se llegó al final del camino, se cierra la trilogía de El justiciero. Como en las dos películas previas, Denzel Washington lo lleva adelante con el director que más lo conoce, el prolífico Antoine Fuqua.

Washington, que además de estrella es un excelente actor, justifica con su sola presencia todo el interés que pueda despertar esta película. Pocos personajes como McCall aprovechan tan bien el poderoso magnetismo que su intérprete transmite cuando camina, habla, observa o se relaciona con el mundo. Se explica así su continuidad.

Como en el primer episodio (estrenado en 2014), McCall quiere dejar atrás un pasado oculto como agente de inteligencia experto en todos los flancos imaginables (infalible con las armas y con una inteligencia superior para anticiparse a cualquier movimiento del adversario) pero no puede evitar comprometerse al máximo para hacer justicia cuando siente que hay inocentes sometidos a crueldades difíciles de imaginar.

El astuto guion de Richard Wenk, autor de toda la serie, enlaza aquellos puntos que todavía parecen separados o dispersos. Todos ellos convergen en una trama densa, espesa y oscura como los motivos que llevan a la mafia local a asociarse con el terrorismo más despiadado. Hay un reencuentro, nunca aprovechado del todo, con Dakota Fanning mucho después de Hombre en llamas. Y mucha más sangre y crueldad que en las películas previas.

Hemos visto a McCall castigar a sus antagonistas de las maneras más inverosímiles, pero en este tercer episodio esas escenas (muchas de ellas espléndidamente coreografiadas) resultan todavía más cruentas. Como un samurái moderno o el personaje encarnado por Clint Eastwood en El jinete pálido, McCall llegará como una suerte de ángel vengador (hay aquí varias visitas a iglesias e imágenes de símbolos religiosos) para enfrentarse a quienes se aprovechan vilmente del trabajo de una pequeña comunidad idealizada.

Fuqua recurre a varios lugares comunes del policial con mafiosos y al mismo tiempo responde de manera fiel al clisé con el que Hollywood suele mirar a los italianos. Pero por suerte no cae en el vicio de hacerlos hablar en inglés con forzado acento peninsular. El italiano y el dialecto napolitano son las lenguas dominantes de este policial a la vez tenso y previsible, dominado por la incomparable presencia de su protagonista.

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