La salsa de tomates de Eminem, un hitazo

NUEVA YORK.– His palms are sweaty, knees weak, arms are heavy. There's vomit on his sweater already, mom's spaghetti (Palmas sudorosas, rodillas débiles, brazos pesados. Ya hay vómito en su suéter, los espaguetis de mamá).

Así comienza el tema "Lose Yourself", escrito por el rapero blanco más famoso de todos los tiempos, Eminem, y que narra el pánico del joven protagonista que está en el ambiente de la música, pero también de las armas y las drogas, encerrado en un baño público inmundo, empapado de sudor, lavándose pasta regurgitada que se pegó a su ropa.

Fue parte de la banda de sonido del film 8 Mile, de gran contenido autobiográfico, que ganó un Oscar a la mejor canción original de 2002. Era la primera vez que un rap se quedaba con el premio de la Academia, y vendió más de 10 millones de copias.

Aún así, por las asociaciones que trae (miedo, falta de higiene, digestión claramente inconclusa) es difícil de pensar que una salsa de tomates llamada "Los espaguetis de mamá" y firmada por Eminem pudiese ser algo que el público desesperadamente quisiera comprar, menos aún algo que medios gastronómicos evaluasen con toda seriedad. Sin embargo, eso es lo que pasó esta semana: Eminem, quien desde su álbum Music To Be Murdered By ("Música al son de la cual ser asesinado") de 2020 no sacó ni un single, puso a la venta una salsa de tomates llamada "Los espaguetis de mamá" y a las pocas horas estaba completamente agotada, el mercado negro ardía con sus frascos y buena parte del periodismo evaluaba la cuestión.

En mi casa en Buenos Aires, en la niñez un plato muy popular eran los "Brasos de Nochea", como se llamaba al vesre a las sobras de anoche. Se conjugaba la idea de Eminem (y de científicos de los alimentos), de que hay comida que es mejor días después

Porque "la misión" de Mom's Spaghetti es radical. Según su sitio web, fue diseñada para tener el gusto de una salsa que sobró del día anterior. "Esta no es una salsa que sabe como la que la abuela italiana de tu vecino pasaría todo el día cocinando a fuego lento", reconocen. Pero subrayan que eso es lo bueno, porque "esas salsas del segundo día traen algo más a la mesa... algo sazonado y experimentado". Recomiendan colocarla sobre pasta comprada precocida que se saca de la heladera, llevar todo a la sartén y espolvorear con queso industrial (jamás parmesano recién rallado). Para poder comerla con las manos como se hace en Detroit (el s'ghetti sandwich), la pasta se sirve entre gruesas rebanadas de Texas toast: pan lactal embadurnado con manteca y ajo a ambos lados, ligeramente grillado. También se puede comer directamente de paquetes de cartón como los que se usan para el delivery de comida china. "Es honesta, legítima y sin ninguna pretensión", explican en la web del cantante.

No es la primera vez que Eminem, cuyo verdadero nombre es Marshall Bruce Mathers III, incursiona en la gastronomía. De hecho, con el mismo nombre de Mom's Spaghetti, "el hombre que trajo a la cima de los charts la angustia de la clase trabajadora blanca" antes abrió un restaurant en su ciudad natal.

The New York Times fue a reseñarlo. Para sorpresa de sus lectores foodies de Manhattan y Brooklyn, siempre dispuestos a recordar que Detroit es una ciudad conocida por su manufactura de autos mucho más que por restauranteurs , y ni que hablar siempre dispuestos a ningunear a las celebridades y o sus productos–, el periodista se fue encantado. Escribió que el chef del local le explicó que los fideos con salsa de Eminem tienen una "química residual inescrutable". "Dijo esto como un elogio", aclara.

En mi casa en Buenos Aires, en la niñez un plato muy popular eran los "Brasos de Nochea", como se llamaba al vesre a las sobras de anoche. Se conjugaba la idea de Eminem (y de científicos de los alimentos), de que hay comida que es mejor días después. También se evitaban los desperdicios y se recordaban buenos momentos compartidos. A diferencia de lo que le ocurrió a Eminem, en la familia la comida del día anterior nunca generó "palmas sudorosas, rodillas débiles". Pero quién sabe si, de haber ocurrido, en vez de estar escribiendo estas líneas, esta cronista no hubiera podido componer alguna canción, vender una salsa o abrir un restaurant.

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