El sombrío mensaje de Macron

Primero en un discurso de largo aliento en La Sorbona, después en un diálogo con la revista británicaThe Economist, el presidente francés, Emmanuel Macron, lanzó hace pocos días un sombrío mensaje continental. "Nuestra Europa es mortal; puede morir", dijo en su primera intervención. Su fin podría llegar "mucho más rápido de lo que pensamos", advirtió en la segunda.

Destacó tres impulsos que, si no se revierten, producirían el posible desenlace: los geopolíticos, los tecnoeconómicos y los políticos. A la vez, sugirió qué hacer ante ellos, tanto desde las unidades nacionales como, sobre todo, las instituciones de la Unión Europea (UE).

Muchas de sus apreciaciones y propuestas no son nuevas. Se producen muy cerca de las elecciones para el Parlamento Europeo, del 6 al 9 de junio, lo cual les da connotaciones de campaña; coinciden con visiones e intereses típicamente franceses, y son canto para los oídos de su industria militar.

Su pesimismo tampoco es novedoso y no siempre ha dado en el blanco. Se manifestó mediante otra imagen terminal en noviembre del 2019, cuando, con Donald Trump en la Casa Blanca, también utilizó The Economist para proclamar que la OTAN había entrado "en muerte neurológica".

Al contrario, poco más de dos años después, tras la invasión rusa a Ucrania, la gran alianza occidental es más fuerte, diligente y relevante que nunca. Con la reciente incorporación de Finlandia y Suecia, alcanzó 32 miembros.

Aun así, su visión de conjunto merece una seria y urgente discusión, porque los riesgos son reales, y la salida nada fácil. La pregunta es si sus colegas estarán listos para emprenderla y si podrán llegar a conclusiones y acciones compartidas.

Músculo

El desafío más grave señalado por Macron es el geopolítico. Adquirió urgencia existencial con la invasión de Ucrania, en febrero del 2022, con la cual Rusia perdió todo límite. Su agresión directa, además de dislocar normas clave del derecho internacional, ha estado acompañada por turbias acciones "híbridas", como desinformación, sabotajes reales y virtuales, asesinatos y cortejo de políticos de extrema derecha. "Si Rusia gana en Ucrania, no habrá seguridad en Europa", declaró a The Economist.

Esta percepción la ha venido endureciendo desde la invasión, y explica que, en este febrero, planteara la posibilidad de enviar tropas a Ucrania en situaciones extremas; también, que decidieran firman un tratado de seguridad bilateral.

A pesar del desempeño ejemplar de la OTAN ante el conflicto, Macron se muestra inquieto por el compromiso de Estados Unidos con ella, algo que mencionó en el 2019, y que estaría más en entredicho si Donald Trump llegara de nuevo a la presidencia.

Aunque declara que la alianza no puede hacerse a un lado, propone construir junto con ella un "marco" de seguridad europeo más robusto y autónomo. Incluso, se manifestó dispuesto a que la capacidad de disuasión nuclear francesa, hasta ahora totalmente autónoma, sea uno de sus componentes.

Otros líderes comparten la necesidad de trascender la fuerza económica y política europea e impulsar su capacidad militar.

En octubre del pasado año, el comisionado de relaciones exteriores de la UE urgió al presidente Xi Jinping a considerar Europa como "una potencia geopolítica", y no percibirla "mediante el lente" de sus nexos con terceros países. En febrero del actual, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, planteó la necesidad de incentivar y consolidar su industria de defensa, actualmente en extremo dispersa.

Avanzar hacia mayor autonomía estratégica es clave, pero llevará tiempo, precisamente por esa dispersión, por el rezago de décadas en los presupuestos de seguridad, y por la dependencia de la capacidad logística, del músculo militar convencional y de la sombrilla nuclear estadounidense. Prescindir de ellos sería catastrófico para Europa.

Hace 21 años, el politólogo estadounidense Robert Kagan, en su libro Of Paradise and Power, traducido al español como Poder y debilidad, argumentó que Europa no se atribuía una misión que requiriera poder militar; más bien, tras la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial y, luego, el colapso soviético, había delegado en Estados Unidos la tarea. El péndulo parece estar de vuelta.

Innovación

El segundo gran desafío Macron lo define por partida doble:

1. Que Europa se quede a la zaga en el desarrollo de sectores tecnológicos cruciales, como inteligencia artificial, energías limpias y computación cuántica, en los que Estados Unidos y China tienen claro liderazgo.

2. Que su base industrial se deteriore de manera creciente, por la avalancha de exportaciones chinas; por ejemplo, de vehículos eléctricos, baterías, paneles solares y turbinas eólicas.

Ambos riesgos coinciden con el debilitamiento de las reglas del comercio internacional, un creciente uso de los subsidios, mayor proteccionismo y flujos comerciales más segmentados.

Su propuesta no sigue un libreto anclado en la vieja tradición francesa del dirigismo estatal. Al contrario, plantea impulsar mayor desregulación, integración de los mercados de capitales, generación de escala y especialización productiva a partir de las ventajas competitivas de los países de la UE.

Democracia

En un contexto democrático como el europeo, cualquier medida dependerá, en última instancia, de los votantes. Aquí viene el tercer desafío: del nacionalismo, la extrema derecha y el etnocentrismo, atizados por las redes sociales y las campañas de desinformación, muchas originadas en Moscú.

Su impacto, dice Macron, debe hacer despertar a las élites democráticas y generar esfuerzos inteligentes por contraponerse a esas corrientes mediante propuestas creativas ancladas en los valores liberales. "La política no consiste en leer encuestas". Al contrario, "es una lucha, es sobre ideas, es sobre convicciones", afirma.

Esta es una gran tarea de cara a las elecciones al Parlamento Europeo, donde se esperan avances de los partidos extremistas. También es un reto interno de Macron. Su legado reformista, entre los más ambiciosos de un presidente francés de posguerra, está amenazado por el espectro de una eventual presidencia de la ultraderechista Marine Le Pen a partir del 2027 (ya él no podrá competir) y por mayores avances de su partido Agrupación Nacional.

Este riesgo no es tan grave como el de un Trump 2.0 en la Casa Blanca, pero una Le Pen en el Palacio del Elíseo podría dedicarse a deshacer lo que Macron ya ha logrado en Francia e intenta conseguir en Europa. Razón de más para tomar en serio su diagnóstico y propuestas.

eduardoulibarri@gmail.com

El autor es periodista y analista.

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